Posted by Fernanda on 3:23 p.m. with No comments
Mientras pensaba, sus dedos se movían lentamente, en círculos, sobre la mesa. De repente se detuvieron y recorrieron con la punta de sus yemas una de las tazas. La hizo girar un poco, casi sin darse cuenta. Estaba abstraído en sus pensamientos y sólo contemplaba la mesa. Delante estaba Rosalía, tan ella, con un dejo de esa sonrisa cínica, turbia, maldita. El café estaba todavía caliente y el aroma que desprendía se iba mimetizando poco a poco con el olor de madera húmeda vieja, de sahumerio barato, de cloacas, de transpiración humana, de conventillo de muerte lenta que se iba adueñando poco a poco de él. Y ahí enfrente, estaba Rosalía, que no articulaba palabra, que nunca había necesitado hablar para conseguir algo, porque con esa sonrisa podía obtenerlo todo. “Así son las cosas”, le dijo. Ella no contestó y continuó esbozando en sus labios ese ademán cínico , turbio, maldito. Una mosca se posó en su manó izquierda y Hernán la espantó por ella sin mover su mirada de la mesa. “Así son las cosas”, le repitió al mismo tiempo que trataba de prender un cigarrillo. Su mano tembló y casi dejó caer el encendedor de Rosalía, pero lo atrapó rápidamente doblando el índice y lo miró atento. Era de plástico rosado, con guardas de margaritas celestes. “Mirá si serás berreta”, y dio un suspiro largo “cínica, berreta, mala” le dijo afónicamente sin casi escucharse la voz mientras se atrevía a mirarla por primera vez a la cara después de un largo rato. Se detuvo primero en su pelo, en sus raíces negras con tintura vieja, luego fue bajando sus ojos por esas mechas rubias florecidas que se mezclaban con la sangre que todavía salía como pequeños hilos de lava de su cuello, de su boca y de su oreja izquierda y que ya estaba comenzando a coagularse. “Así son las cosas” le dijo nuevamente. Y Rosalía no dejaba de mirarlo.
(Esta historia la mandé al concurso cibernético de Alberto Chimal. Hay que escribir algo inspirándose en una foto)
0 comentarios:
Publicar un comentario