Posted by Fernanda on 3:16 p.m. with No comments
Miró atentamente al piso. Su rostro pálido recordaba el de una geisha, condición que casi había aceptado naturalmente a fuerza de años de sumisión y de maltrato. Decidió terminar con eso y dibujarse otra. Empezó por la parte más difícil, la parte de adentro. Se dibujó con sus propios dedos, usando su propia sangre. Dejó manchas en la pared y en todas partes. Se dibujó como siempre se quiso ver. Se dibujó como coral, como viento de caracola, como música sin notas, ágil, llena de luces, se dibujo como nunca había sido. Su pincel fue la escritura de otro.
(otro cuento que mandé para el concurso de Alberto Chimal)
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